EL RELATO BLANCO

 

Artículo por @raquelpcanos, Founder & CEO at @unbenannt.shop

 

La Odisea de Homero elegida como la obra más influyente de toda la Historia es quizás también, la primera manifestación del papel al que se ha relegado a la mujer desde el principio de la historia.

En esta obra Telémaco, le dice a su madre Penélope cuando esta desciende de sus aposentos para alentar a un aedo que canta a que elija otro tema más alegre:

 

  “Madre mía vete adentro de la casa y ocúpate de tus labores propias, del telar y de la rueca, y ordena a las criadas que se apliquen al trabajo. El relato estará al cuidado de los hombres, y sobre todo al mío. Mío es, pues, el gobierno de la casa.”

 

Homero, Canto I de la Odisea, página 370, en la versión de Carlos García Gual, Edición de Alianza Editorial 2004.

 

Estas palabras pronunciadas por Telémaco son harto significativas porque cuando dice “el relato” la palabra que usa es “mythos” aunque no en el sentido de “mito” sino como relato público acreditado, como creación estratégica que reafirma la construcción de todo discurso social.

Estamos por tanto ante una actividad necesaria en el proceso de convertise en hombre, este es el aprendizaje de hacer callar a las mujeres acallando su voz pública como un acto constitutivo de poder y de sumisión.

 

Por otra parte, en la Ilíada –nuevamente referenciando a Homero- se narra el nacimiento de la diosa a través del mito que hace referencia a la castración de los genitales de Urano a manos de su hijo Crono, quien con una hoz y tras ver a su madre Gea sometida a constantes violaciones, decide extirparle los testículos a su padre y arrojarlos al Ponto, de los cuales siendo fuertemente batidos por las olas y en contacto con la espuma del mar surgiría Afrodita.

 

No es casual que se haga referencia a la concepción de Afrodita a través de la única participación de unos genitales masculinos al contacto con el agua del mar.

Y no lo es porque desde una óptica patriarcal, los testículos de Urano son una extensión de sí mismo, el poder de la masculinidad, el ímpetu engendrador.

 

La deconstrucción de este y otros mitos (Mesia, Afrania, Filomela) ¿no debería llevarnos a plantear cómo desde la literatura y la historia del arte existe una justificación patriarcal de las relaciones de violencia y sometimiento hacia las mujeres?

Estas personificaciones han establecido roles de género que han desembocado en comportamientos sociales de desigualdad.

 

Desde una perspectiva feminista que no trabaja de otra manera que, en pro de la igualdad de las personas, no podremos acercarnos al poder sin entender la relación de este con el prestigio público y por tanto provocando una serie de cambios que modifiquen las relaciones sociales y la historia única contada por y para hombres.

Hombres blancos heterosexuales.

 

LA INTERSECCIONALIDAD

La mitología, aunque también la literatura occidental ha perpetuado las desigualdades no solo de género sino también de etnia.

Debemos entender que el feminismo solo debe permitir un enfoque y este es, acabar con el hecho de que un sujeto sufra opresiones o discriminaciones debido a su pertenencia a diferentes categorías sociales, entre las que encontramos género, raza, clase, etnia, discapacidad o sexualidad.

 

Analicemos la figura de ese hombre blanco heterosexual desde otro punto de vista. Evaluemos la historia que lo ha permitido asentarse como la figura de ese extranjero blanco y gentil que se expone a salvar a “gente incomprensible”. Que retrata, opina y define a las personas africanas como aquellas que son incapaces de hablar por sí mismas, que libran guerras sin sentido y que mueren de SIDA*

 

Chimamanda Ngozi cita en una de sus intervenciones a John Locke, un comerciante londinense que zarpó hacia África Occidental en 1561 y se refirió a los negros africanos como “bestias sin casa”, “tampoco tienen cabezas, tienen la boca y los ojos en sus pechos”.

Esto supone el inicio de una tradición de historias sobre los africanos en Occidente en donde África es lugar de diferencia, oscuridad y peligro.

Este “discurso público acreditado” y por tanto veraz e incuestionable ha sumido al mundo en un sistema de relaciones sociales basado en la ignorancia que otorga el conocimiento de la historia única y en este caso en concreto, nos ha sumido en un racismo imbricado que nos sorprende con reflexiones a la altura del “yo no soy racista, PERO…” 

Y si esto no es suficiente para entender el peligro de la historia única, aquí otro ejemplo más del nerviosismo que provoca el cuestionar la hegemonía del relato blanco.

 

Abigail Shrier, colaboradora habitual en el Wall Street Journal, formada en la Universidad de Oxford y doctorada en Derecho por la Universidad de Yale plantea la proliferación de la disforia de género como un daño irreversible.

Este libro [Irreversible Damage] recoge lo que Religión en Libertad denomina manía transgénero que seduce a niñas y adolescentes. La finalidad no es otra que informar de todo a esos padres para que puedan "proteger" a sus hijas de lo que denomina “decisiones erróneas”.

Esta publicación equipara “el grave malestar con el sexo biológico” con un fenómeno preadolescente y postadolescente femenino causado por la necesidad de este segmento de la población de pertenecer a algo y sitúa a la etiqueta como papel decisivo en la socialización.

En este retrato a una generación de chicas explotadas por una moda cultural no es baladí que el sujeto sea femenino. Mujeres que hay que “proteger” y relegar al espacio privado el mayor tiempo posible porque de lo contrario corren el riesgo de confundirse y alejarse del rol de la buena niña.

Relatos como este que, se han sucedido a lo largo de la historia, han contribuido a la construcción de una narración que trata de mermar la libertad individual y sexual de generaciones de mujeres.

Jack el destripador, el caso Alcàsser […] son atentados contra la integridad de la mujer que lejos de ser considerados instrumentos aleccionadores de un sistema patriarcal que usa la violencia sexual para limitar y coartar los derechos fundamentales de la mujer, han sido tratados desde la casualidad de un mero suceso.

Pero nada más lejos de la realidad, no son sino la representación de que la mujer pública molesta porque desafía el status quo sexual vigente y al igual que en el Londres de 1888, tras el crimen de Alcàsser, se produjo una tendencia de resituar a las mujeres en sus casas y bajo la protección masculina.

Resituar los crímenes sexuales es visibilizar el régimen sexista en toda su estructura.

Identificar el peligro de la historia única es entender que un relato construido por el hombre debe ser re-escrito para hacerlo verdaderamente inclusivo e interseccional.

 

¿Lo es ese relato que se ha sido construido desde la Antigua Grecia?

¿Deberíamos dejarnos “seducir” y regirnos por el rigor académico defendiendo el masculino genérico como lenguaje representativo e inclusivo?

Por suerte nuestro sistema político ha derribado muchas de las convicciones de género de la Antigüedad, pero nuestras propias tradiciones de debate y discurso público siguen todavía la estela del mundo clásico. También lo académico.

 

Fuentes

Nerea Barjola, Microfísica sexista del Poder

Mary Beard, Mujeres y Poder

Chimamanda